Burn Out.

De repente llego a mi casa y pum: se me apagó el cerebro. Off. Blanco. Negro. Como quieras. No estaba más, no respondía a estímulo alguno.
Se ve que hace unas cuantas noches que no duerme (aunque, please don't get me wrong sweetheart, no es que vengo sin dormir porque alguien me rompe los esquemas o porque no tengo tiempo o porque me levanto a las siete de la mañana para rizar mi pelo así, sino que sueño sueño sueño tanto como para darle más material a Freud que la mismísima Anna O. o como se llame la niña.)

Lo que pasa, creo yo, supongo yo, permitime un comentario, es que necesito despegar esta sensación de angustia de la idea de inmovilidad. Porque para mí que eso es lo que pasa. Mi cuerpo no entiende nada, no me muevo, no me estoy yendo a ningún lado. ¿Cómo puede ser? Y entonces pesa más de lo habitual.
Y cuando el cuerpo pesa, uno no puede volar. No se despega. No se aliviana.

No sé, me voy a comer una tarteletita de zapallo, choclo y queso. Dejate de joder, querida, haceme el favor... que tanto cuestionamiento existencial sobre donde está la felicidad ya cansó, se entiende...? Can-só.