B. (Primera Parte)

Uno piensa en muchas cosas cuando piensa en una ciudad; especialmente cuando no es la propia. O cuando ya la visitó más de una vez.
Con Berlín me pasa algo raro: Llegué de la mano de una persona que se había enamorado de ella de muy joven, y sin embargo yo no tenía muchas expectativas. Me sorprendió desde muchos angulos: el movimiento, la gente, los olores, las piedras, algunas marcas... las paredes por todos lados. Me quedé una semana que, admito, me hubiera gustado prolongar.
Digamos que me enamoré un poco yo también de Berlin, aunque de una manera menos intensa que mi acompañante. La sorpresa y una mezcla de otras cosas me llevaron a quererla.
Hace dos meses me enteré de que Berlín y yo nos reencontrabamos para un segundo affaire, esta vez no tan fugaz: me esperaba un proyecto de esos que a mi me gustan y debía quedarme por un mes. Me acompañaba la misma persona que la primera vez y se sumaba otro integrante, lo cual hacía más interesante el cuadro.

Ahora estoy sumergida. Berlín tuvo un efecto no muy diferente al de la primera vez: una vorágine. Berlin abre puertas, genera dudas, libera la cabeza. Quien era yo en Berlín hace un año? Porque parece una eternidad y muy poco tiempo. Porque la compañía ya no funciona de la misma manera, se complejiza. Porque crezco de a poco y convengamos que eso siempre da miedo.
Berlin is swallowing me. Se siente lindo, como la adrenalina de una montaña rusa: el pánico que sube por el pecho, pero que no podés esperar para volver a sentir una y otra vez.
Berlin is swallowing me, slowly. Pero no quiero que se termine. Si quiero que se modifiquen algunas cosas, que se hablen algunos silecios, ver a ciertas personas, trabajar mucho, abrirme. Lo demás que continue como se viene sucediendo... porque, a pesar de la ansiedad, me intriga, me despierta, me pone de cara frente al miedo y me animo a escupirlo en la frente.
Berlin is swallowing me. How long is now?